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Opinión || Iván Márquez

by Redacción

Su mirada difícilmente podía enfocarse en otra cosa. Los desgarradores gritos de dolor que fungía como válvulas de escape previos al silencio de la agonía, mantenían secuestrada su atención, penetrando por cada uno de sus poros, fracturando su voluntad y la ilusión de que algún repentino acontecimiento le librara de lo que sabía con certeza era su destino.

 

Uno tras otro eran conducidos al  altar de sacrificio: una fría mesa de acero inoxidable ubicada al centro de la habitación, cubierta en su totalidad  por el  vital líquido que asemejaba un fino manto del rojo más siniestro que pudiera existir. Y que derramaba tal como la vida se escurre, por esas cuatro extremidades formando acaudalados ríos  que convergían nuevamente en la cloaca central para después perderse no sé dónde.

 

El símbolo labrado en el lomo,  cicatriz de aquella herida de antaño que una vez erosionara  los campos de un terso pelaje tan blanco como la pureza del ser que le  contenía, era ahora solo un vacuo distintivo alusivo al laboratorio donde por meses fueron torturados y que desaparecía a medida que la sangre teñía el cuerpo inerte, que por fin en la muerte encontraba la paz y liberación del alma.

 

Postrado horizontalmente como todo termina, encontró en la inmovilidad de ese cuerpo el punto que le permitió fugarse del recinto, cuando menos en pensamiento, y se recordó así mismo, saltando en verdes praderas, tropezando con esa tierna gracia de quien a corta edad aprende a desplazarse, cobijado siempre por la expectante mirada de su madre.

 

Deseó entonces volver a ser protegido por el calor de esa mirada y  sin percatarse, absorto en el recuerdo, su cuerpo dejó de temblar, curioso como el espasmo del miedo cala más que el del frío pensaba, hasta que el seco sonido del golpe del cerrojo metálico de su jaula le interrumpió trayéndole de regreso. Había llegado su turno.

 

Año tras año, millones de animales son asesinados en laboratorios después de sufrir inimaginables vejaciones. Considerados como objetos reemplazables y sin esperanza alguna, muchos son incluso enterrados vivos. La industria de la crianza de animales para laboratorio, es la segunda más redituable después de las granjas industriales.

 

Actuando impunemente y protegidas por senadores corruptos que derogan cualquier intento de ley que pudiera proclamar un trato más digno a estos seres, continúan llenándose de dinero los bolsillos sabiendo que después del alimento, explotar la vanidad humana será siempre negocio seguro. Depende de ti cesar estas tristes historias de terror…. Por favor utiliza productos de laboratorios libres de crueldad.

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