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LA NOCHE DE LOS NAHUALES- Opinión de Benjamín M. Ramírez

by Redacción tijuanaenlinea

LA NOCHE DE LOS NAHUALES

Benjamín M. Ramírez

 

 

El sismo nuestro de cada día

Momentos de solidaridad a la mexicana.

Yo cumplí, papá…

 

«Te lo juro, papi. Yo cumplí. Hice lo que me pidieron. Puse mis manitas sobre mi cabecita y salí en orden. Cumplimos con el simulacro. Nos dijeron que debíamos salir en orden y yo cumplí, papito.

 

Silencio.

 

«Está temblando, papito. Está temblando fuerte. Quiero correr pero no puedo. Mis piernitas no responden. Mi respiración es agitada. Quiero gritar pero me aguanto porque me pidieron mantener la calma.

 

Nube de polvo.

 

«No, papá. Ya no me llevarás a clases. Mi escuela se ha derrumbado y está aplastando mi tierno cuerpecito bajo toneladas de escombros. No llores, papi. Te lo juro que yo cumplí con lo que me solicitaron. No alcance a salir. Estoy con mis compañeros. Juntos. Tuve mucho miedo. Pero te lo aseguro que obedecí en todo. Algo habrá fallado. En algo fallé…

 

Nada puede anticipar un movimiento telúrico. Nadie puede frenar la furia de la naturaleza en el acomodamiento de las placas tectónicas. Nada puede librar al mexicano de su infortunio.

 

El dolor que enluta a decenas de hogares en la CDMX, Puebla, Morelos, Oaxaca y Guerrero es parte de la desgracia que el mexicano lleva siempre a cuestas de forma irremediable. Nuevamente lamentará su destino. Llorará y gritará lo más que pueda. Es la muerte que persigue al desvalido, al pobre que tiene que enfrentar el embate de la naturaleza.

 

El sismo del martes 19 registrado a las 13:14 horas ha cambiado los platillos rimbombantes a partir del terremoto del día 07 de septiembre. Ha sido todo paradójico si se pone énfasis en el horario. Una escala mayor a 8 grados Richter y a media noche. Sin víctimas para la CDMX. 32 años después, 19 de septiembre. La adversidad puso su manto sobre el mexicano.

 

Hoy las campanas tañen de forma fúnebre. Los más de 248 muertos para la 01:43 horas del miércoles veinte, y contando, nos revierten el jolgorio del “estamos preparados”. Hoy la realidad golpea más que los 7.1 grados Richter. Hoy las víctimas nos reclaman y con justa razón.

 

Paradójico, sí. Ilógico, sin razón y sin sentido. Sin liderazgos efectivos.

 

Es la solidaridad mexicana la que ponen manos a la obra en el primer frente. Es la ciudadanía que con mano y gesto fraternal se acerca para ayudar, arriesgarse bajo los escombros para encontrar el hálito de  vida que se resiste a morir. Fue el vecino, el joven estudiante, el ama de casa, el jornalero el que se avoca a luchar por quien lo necesita. Un voluntariado que se merece más que un homenaje.

 

Cada víctima tiene su propia historia, sus propios pesares, su ruta hacia el inframundo. Cada uno puso el empeño en resguardarse, en un instante último de lucha a muerte y por la vida.

 

En su angustia, presa del pánico, bajo el peso de los escombros, cada víctima se lleva algo de nosotros, nuestra sorpresa y el asombro de una tragedia que se repite, una vez más.

 

Manos que se resisten al descanso, que buscan entre los escombros arrebatarle el triunfo a la muerte. Héroes anónimos que no pararan hasta que las fuerzas amainen, hasta que el vigor de paso a la frustración por no poder avanzar más.

 

Manos solidarias que ayudan y, al mismo tiempo, en otros sitios, manos que despojan y roban. Roban no sólo los bienes materiales en medio de la tragedia; confirman que siempre habrá mexicanos que se aprovechan de la desgracia ajena.

 

No sólo en la CDMX se robó la tranquilidad con los hurtos a los automovilistas varados por la contingencia del sismo. En Puebla y Morelos también sobran los vivales que les da por las rapacerías que permite la emergencia en las zonas afectadas. Con la noche también llega la zozobra por las acciones de sisa, por el robo cometido al amparo de la obscuridad.

 

Es necesario aplicar alguna ley que castigue severamente la rapiña en momentos de desgracia colectiva. Y si no existe alguna ley, será necesario empezar a legislar en ello.

 

Llegó la inquietud de lo que pasará mañana.

 

Es momento de ser solidario y aportar con lo que podamos. Hoy más que nunca se debe despertar esa unidad, la solidaridad que caracteriza al pueblo mexicano: incansable y temerario, el que siente la desgracia ajena como propia. Es mi vecino el que me ayuda en el camino.

 

Un llamado para que las autoridades no le impriman el sesgo político y rancio de sus siglas partidistas en acciones de buena fe. Es apremiante dejar a un lado la mezquindad propia del político ladino que aprovecha la ocasión para auto-promocionarse y se vale de los medios para “dejar sentir” su interés por los hermanos en desgracia.

 

Es urgente que se declare la emergencia nacional de forma pronta y expedita, sin concesiones, sin miramientos ni revancha por algún interés político.

 

Es patente el temor de que las autoridades federales y locales digan mucho y, en la práctica, hagan poco y sea el ciudadano de a pie el que se flete el lomo ante la necesidad del desamparado.

 

CDMX, Puebla, Morelos, Oaxaca, Guerrero… mi solidaridad de hermano.

 

Duele la desgracia. Puedo asegurarle que faltarán días de duelo nacional.

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