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DOMINGO CON OLOR A DERROTA || LA NOCHE DE LOS NAHUALES

Muertos, pero vivos; tambaleantes, pero inertes. Esto no se acaba hasta que se acaba. Y al final, jugaron como nunca, perdieron como siempre. Perder era seguro; ganar, una remota posibilidad. La oposición no es una opción. Un voto para perdedores es un sufragio perdido.

por Redacción tijuanaenlinea
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DOMINGO CON OLOR A DERROTA

 LA NOCHE DE LOS NAHUALES

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 Benjamín M. Ramírez

 

El papel y la decisión del árbitro ha sido, es y será fundamental, inobjetable. En las contiendas se pierde y se gana, vencedores y vencidos son figuras irrenunciables. En uno u otro bando, la derrota siempre será huérfana.

 

Todos huyen, como Máynez, ante la debacle. Nadie asume los costos de las decisiones erróneas, frívolas y desatinadas. El triunfo siempre tendrá numerosos progenitores. La decepción y el desánimo se harán presentes en las próximas horas.

 

LA DEBACLE CON EL ÁRBITRO EN CONTRA

 

Fue un domingo de ilusión, de júbilo, de alegría, de un voto de confianza, seguridad: podremos ganar. Con el paso de los minutos, durante el encuentro, la esperanza se transformó en interrogante: ¿Podremos ganar? Cerca del final del encuentro la pregunta se transformó en certeza. Perderemos. La expectativa se diluyó en un vacío innegable. El triunfo se asomó tímido, como un viento frágil que golpea el collado de la ladera en una montaña imponente, inamovible y se desvaneció en una agonía mítica, surrealista, ficticia.

 

Muertos, pero vivos; tambaleantes, pero inertes. Esto no se acaba hasta que se acaba. Y al final, jugaron como nunca, perdieron como siempre. Perder era seguro; ganar, una remota posibilidad. La oposición no es una opción. Un voto para perdedores es un sufragio perdido.

 

Dos acciones, cuestionables de suyo, fueron más que polémicas, vergonzantes. Ahí estaba la decisión, en manos de una sola persona que determinó el rumbo del caos. El árbitro. Esa entidad, que juega a la determinación, juez implacable e incuestionable en sus decisiones de máxima autoridad en el área de juego. Ahí, donde es juez y parte. Sus fallos pueden ser y serán siempre como objetos observados cuidadosamente por quienes no aceptan ni aceptarán ser vencidos una vez más.

 

Las reglas, las leyes y cualquier otra norma están supeditadas a la interpretación del juzgador quien determina lo aplicable en la materia a enjuiciar. Es lamentable que la decisión de una mayoría quede al arbitrio de una sola entidad, persona o institución. Es muy claro que no se juega para perder, lejos está aquel dicho cristiano “no competimos, nos divertimos”. Se juega para asir el poder, para tomar decisiones, para juzgar, para mandar.

 

En la lección del domingo, una de las partes beligerantes pudo ganar, pero no quiso. Se juega para ganar. Nadie sale a competir con el ánimo de perder. Fue y siempre será una quimera ganarle al árbitro. El silbante puede anular o marcar a tu favor.

 

Con la premisa anterior puedo anticipar, que si de golpe de Estado se trata este vendrá del palacio de justicia, del juzgador, de quien califica la elección. El árbitro será el que aplicará las leyes a favor o en contra, y en última instancia, el que determinará los vericuetos de las elecciones. El juez ha demostrado, a lo largo de la historia, ser simulación, y ha puesto la balanza de la justicia ciega, en una opacidad cuestionable.

Si lo anterior no fuera cierto, la imparcialidad de los magistrados pudo ser indiscutible en la noche nefasta del 6 de julio de 1988, o en las elecciones de 1994, o en la calificación del fraude del 2006 y la imposición presidencial para el desafuero de quien es hoy presidente, o quizás haber declarado nulas las elecciones de 2012, donde la fuerza del dinero y la compra de votos fue más que incuestionable.

 

La última palabra la tendrá, la tiene y la ha tenido siempre el árbitro en la contienda. Por lo pronto Cruz Azul, no fue campeón, una vez más. Domingo aciago, triste, derrotados, pero no vencidos.

 

EL TSUNAMI ROSA QUE TERMINÓ SIENDO MINÚSCULO OLEAJE

 

El domingo 19, cuando la presencia de una marejada rosa se hizo presente en la plancha del zócalo, pude presenciar el miedo contenido en el “Bell boy”, el botones, el maletero del hotel donde me hospedé, al paso de las minúsculas contingencias que vestían playera de color rosa sobre Pino Suárez, rumbo a Palacio Nacional.

 

Ahí, en la plaza de la Constitución, manifestantes de la CNTE, ya estaban apostados, exprofeso, para dinamitar el oleaje rosa, unos que otros manifestantes permanentes frente al palacio de justicia también hacían eco en sus arengas exigiendo el imperio de la ley.

 

La diferencia de clases era más que evidente. Clasemedieros diferenciados de las clases bajas. Los primeros ataviados con ropa de marca, de vestir, un vocabulario enriquecido, paraguas para la ocasión, calzado bien lustrado; los segundos, con atuendos que denotaban pobreza, con una prenda rosa, con arengas ensayadas… “No somos uno, no somos cien…”. Al final, el transporte los regresaba a sus barrios, a su realidad. El acarreo fue evidente.

 

Yo estuve ahí.

 

Lejos están las cifras rastreras que hablan de una multitudinaria presencia en contra del presidente Andrés Manuel López Obrador quien se encuentra, desde hace muchos soles y muchas lunas, atrincherado en su palacio. Jamás vi un Palacio Nacional amurallado con barreras metálicas. Nunca, el encono, el rencor y la perfidia se habían hecho presentes en contra del mandatario en turno. Antaño, la represión fue la antesala del diálogo.

 

NUNCA MÁS UN MÉXICO SIN NOSOTROS

 

Estuve una vez más en los Pinos. Parecía que se celebraba una verbena, mientras se cocinaba la barbacoa al hoyo con pencas de maguey. En ese sitio emblemático del poder, el pueblo come y camina a sus anchas. Nunca más, el despilfarro y la soberbia harán a un lado a las expresiones populares. Ahí, hay un sitio para todos.

 

ESTE ARROZ YA SE COCIÓ

 

La aspirante del partido en el poder llega a la antesala de las elecciones presidenciales con un amplio margen de ventaja. La exjefa de Gobierno tiene el 54%, contra un 34% de la candidata de la coalición Fuerza y valor por México y de un 12% del candidato emecista. Los resultados están a la vista. Aunque se hable del voto oculto o del voto de los indecisos.

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