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PLANEA: una oportunidad que no se aprovecha o “Parásitos”, los coreanos hacen historia con el Óscar.

by Benjamín M Ramírez
La-noche-de-los-Nahuales

En algunos meses los alumnos del nivel básico y nivel medio superior presentarán la evaluación PLANEA, Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes, con los resultados esperados muy por debajo de la media. Lo anterior debido al escaso interés que subyace en los propósitos de los educandos ya que dicha evaluación carece de un significado importante en la vida estudiantil. 

 

Y es probable que la tan anunciada prueba de evaluación que se aplica a nivel nacional constituya un verdadero reto para las autoridades educativas que aún carecen de directrices claras y rumbo fijo para provocar que los estudiantes puedan manifestar el esfuerzo que realmente refleje el nivel de los aprendizajes adquiridos. Tan es así, que más del setenta por ciento de los evaluados contestan sin las exigencias propias de cualquier examen. Aquí radica el verdadero problema.

 

¿Por qué un estudiante debería soportar el estrés y presentarse a una evaluación que no tiene una ponderación en su kardex escolar? En sí misma, toda evaluación conlleva sus propios niveles de dificultad. Si con la evaluación PLANEA los resultados constituyen un desastre, con la prueba internacional PISA, los resultados a nivel nacional son catastróficos. 

 

Sin motivación que estimule un mejor promedio de aprovechamiento, tanto en las evaluaciones PLANEA como en PISA, los resultados siempre estarán por debajo del promedio. Pavlon o Maslow han sido arrinconados con las actuales tendencias de aprendizajes.

 

¿Qué tal si las evaluaciones, como las enunciadas en líneas anteriores, tuvieran un referente en la calificación de los alumnos examinados? Quizá habría que apurar los resultados, aunque ignoro porque se tardan “años” con la entrega de las calificaciones, a pesar de que existen instrumentos técnicos y tecnológicos que pueden reducir considerablemente los tiempos de espera. 

 

Aún más, quisiera discurrir que los resultados que se obtienen en las evaluaciones PLANEA sea un condicionante, y una oportunidad al mismo tiempo, para que los que obtengan los mejores resultados estén en posibilidades de escoger la institución de su preferencia, en cualquier parte del país, pública o privada. Incluso, cuando el nivel superior cuente con sus propios mecanismos de selección, aun cuando la educación universitaria sea obligatoria. Espero que alguien tome en cuenta esta inocua sugerencia.

 

En otro tema, y a propósito de películas premiadas como “Parásitos” quiero referirme a la falta de sensibilidad humana, cada vez más lejana y ausente entre nosotros, cuando vemos a los menos favorecidos. Quizá tengamos en nuestra mente que “ya sabrán arreglárselas”. Nada más disparatado. 

 

Lo anterior es motivado por la muerte de una persona, abandonada a su suerte —una vez más— frente a las instalaciones del Hospital General de Tijuana. No es posible que nadie se dé cuenta. Sin bien es cierto  que cada uno cuenta con sus propios problemas, también es cierto que no podemos permanecer ajenos ante el dolor y el olvido. 

 

Así lo relata la película premiada con varios “óscares”, la coreana “Parásitos”: los más vulnerables y desfavorecidos no tienen un lugar digno, viven en la escala social y material más baja, entre las aguas negras, en una espiral que desciende a lo profundo y soterrado de la ciudad. Sin posibilidades reales de poder ser parte del progreso.

 

No la cuento para que tenga oportunidad de apreciarla, porque el cine se ve mejor en el cine

 

Una escena conmovedora fue cuando la familia “arma” las cajas de pizzas —no voy a contar más—. Sucedió en lo personal una experiencia muy parecida, un flashback: un vecino y su familia se dedicaban a “armar” cajitas para CD, y me preguntó si tenía trabajo, asegurando que podía ganarme un buen salario si le ayudaba. El pago convenido fue de un peso por cada cajita armada —ya me hice rico —pensé.

 

Armaría, apoyado por mi familia, una infinidad de cajas, quizás miles. —El límite lo pone el que trabaja —dije. En la primera tanda entregada, la esposa del vecino me regresó más de tres cuartos del trabajo encomendado. Las cajitas no pasaron el control de calidad y el llamado de atención por el descuido no fue de buena manera. Intenté dejar el trabajo iniciado, pero mis principios no me lo permitieron. Un compromiso es un compromiso. 

 

Por fin logramos armar “bien”, 270 cajitas. Fui contento a entregarlas. Muy ufano esperé el pago convenido, después de una jornada agotadora de cuatro horas de labores. El matrimonio hizo cuentas: me correspondía en pago la grandiosa cantidad de veintisiete pesos, el precio convenido se redujo a diez centavos por unidad. Mi familia, de cuatro integrantes, esperó ansiosa. Iríamos al cine con el pago de la tarea en la que nos involucramos todos. Nunca nos volvieron a “dar” trabajo ni nosotros lo solicitamos. 

 

Así que “Parásitos” se ganó un “Óscar” desde que la vi. Además, la trama está bien planteada. Una buena forma de desintoxicarse del leitmotiv hollywoodense

 

Parásitos, los coreanos se aventaron un diez. Se las recomiendo, deseo que todavía esté en cartelera.

 

Y en Palacio Nacional, ¿quién dará las ideas para las rifas presidenciales?

 

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