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LA NOCHE DE LOS NAHUALES || Benjamín M. Ramírez

by Redacción tijuanaenlinea

Desconfiado en su sino miles de mexicanos —y me apunto— conjeturan de que Andrés no cumplirá con sus promesas de campaña. No hay un seguro que lo avale o tiempo que lo desmienta. Aún no ha tomado posesión y sus detractores —el que te critica, parafraseando a Nietzsche, te fortalece—, no han escatimado tiempo, discurso y esfuerzo en menoscabar un triunfo, producto del hartazgo social por la situación en la que se encuentra inmerso esta gran nación. Nietzsche remataría esta situación: «Un político divide a las personas en dos grupos: en primer lugar, instrumentos; en segundo, enemigos».

 

Hasta hoy, Andrés ha sido el canal en el que la frustración, con una dosis de esperanza, el pueblo mexicano ha volcado sus ansias de transformación y renovación de estructuras anquilosadas en las corruptelas como “conditio sine qua non” —condición sin la cual no— se puede comprender a la política mexicana. Para lo anterior sostiene Nietzsche: «Solamente aquel que construye el futuro tiene derecho a juzgar el pasado».

 

Estoy convencido de que este gobierno, —el que ya está en sus estertores por finalizar el sexenio—, al igual que en los gobiernos locales que serán reemplazados, deberán hacer un escrupuloso aseo de la casa, dejar la administración en orden, lo más impoluta que se pueda para soportar las auditorías que por ley y por mandato moral deberán realizar las administraciones emanadas de este vendaval denominada MORENA y que con justa razón la ciudadanía, toda, —y con derecho y obligación— exigirá cuentas claras, transparentes y diáfanas de los nuevos actores públicos catapultadas bajo el slogan de “No mentir, no robar, no traicionar al pueblo” pregonada como programa de gobierno o arenga propagandística, cuyo cumplimiento o no, será juzgada con  rigor por propios y extraños.

 

La noche del 1 de julio fue una noche de transformación, una noche de acercamientos, una noche de absolución, una noche de cavilaciones, de disculpas, de comparsas, de discursos huecos y recomendaciones no pedidas, de advertencias, de solicitudes que difícilmente serán complacidas.

 

Entre besamanos y felicitaciones al presidente electo surgió la perorata de Vicente Fox, quien, reconociendo de forma tácita —trabajó con las viejas estructuras priistas—, no cumplir con las promesas de campaña.

 

Llamó Fox, “Andrés”, al virtual presidente electo, cuya declaración oficial se dará a más tardar el 6 de septiembre por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, TEPJF, quien emitirá la validez de la elección y resolverá, si las hubiera, las impugnaciones de los partidos políticos y los candidatos.

 

En el video con una duración de 12 minutos con 14 segundos, Fox se dirige al virtual presidente electo « Andrés, se cómo te sientes». Habla de la alegría del triunfo, de la mayoría en el congreso y lo llama afortunado porque puede poner en marcha las políticas, decisiones y la voluntad del pueblo expresada en las urnas. También le dice que no hay presupuesto que alcance, que se tiene que administrar con austeridad hasta el último centavo, y que desea de todo corazón que sea un presidente que le calle la boca […] “Cambiemos la corrupción y la mordida, cambiemos el favor comprado por el trabajo y por el esfuerzo […]

 

Fox, tuvo un doble discurso. El primero, difundido a través de las redes sociales; y otro, el divulgado a través de su programa Fox Populi. En este último omite la corrupción y la mordida y lo suple por su permanencia: «Aquí sigo y aquí seguiré, por ustedes, por mi México, luchando, trabajando».

 

No sé si creerle o reírme, bajo la sombra de Nietzsche: «No que me hayas mentido, que ya no pueda creerte, eso me aterra».

 

Si Vicente Fox Quezada tuvo su oportunidad histórica me parece vergonzoso escuchar sus vanas recomendaciones cuando él no fue capaz o no tuvo la voluntad de lograr los consensos, de trabajar por los menos favorecidos, por convertir su primer spot de gobierno: “Todos juntos somos México. Arriba, México. Mira que ya amaneció” en una vacilada, por el tono gris y opaco de su sexenio.

 

En el año 2000 no hubo alternancia. Fox tuvo miedo o fue cómplice, como lo demostró en sus declaraciones en la campaña electoral de este año, un aliado del régimen priista. Llegó Andrés y se esfumó “Lopitos”.  “El señor López” se transformó con una diferencia de 30 millones de votos en presidente electo.

 

Queda la esperanza, la esperanza en las promesas cumplidas —los detractores ya han hecho énfasis en los costos de la gasolina y otras 8 promesas que el virtual ganador no podrá cumplir— queda el apotegma de Nietzsche: «La esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre».

 

Antes de concluir, le cuento estimado lector que estoy empecinado en la lectura de la novela de Bruno Traven, «La Carreta». El protagonista de la misma es Andrés. Un indígena que tiene que cargar con el peso de su linaje, de su pobreza, de su propia historia. Aún no lo termino pero quiero participarle de una frase que ilustra, de manera acertada, nuestra propia historia.

 

« […] Nadie le ha aconsejado que aprenda a pensar por sí mismo en vez de dejar a los demás que piensen por él durante toda su vida. Él solamente ha aprendido una cosa y la ha aprendido bien: obedecer» (TRAVEN, B. La Carreta, pág. 118).

 

En otro momento les haré llegar una lectura de la Carreta, de Andrés,  y una aproximación de la novela contrastando el estado que guarda la administración pública a través de las profecías de Traven, que retrata a una nación que dista mucho de la alternancia y que las condiciones después de la revolución aún siguen imperando a través de “Las Tiendas de Raya”.

 

Deseo que 2018 sea un hito democratizador y que los ciudadanos tomen parte en el “cacho” de historia que es necesario construir o reconstruir.

 

Remataría esta entrega con una frase lapidaria del autor de “Así hablaba Zaratustra”, F. Nietzsche: «En la montaña el camino más corto es de cima en cima; pero para eso hay que tener las piernas largas».

 

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