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|| Opinión || prof.ª Blanca Vázquez. Investigadora de El Colef

by Redacción tijuanaenlinea

Durante las semanas pasadas de nuevo nos enteramos, por los medios de comunicación, del “rescate”, “liberación” o localización de un buen número de migrantes encontrados en casas de seguridad, dentro de cajas de transporte de carga o en autobuses de pasajeros. Se trata de extranjeros y mexicanos presuntos migrantes internacionales con destino a Estados Unidos.

 

Por lo general la localización de grupos numerosos se da en carretera, sobre las rutas de tránsito desde la frontera sur y hasta la frontera norte, particularmente la frontera noreste. Sin embargo, durante los últimos años es más frecuente encontrarlos hacinados en viviendas; no es que no existiese antes, sino que hoy llama la atención su masificación.

 

A partir de los año 2009-2010 ha sido más recurrente que la prensa informe y documente la localización de migrantes en viviendas privadas, llamadas casas seguridad, muchas veces vinculadas también a actividades delictivas de tráfico de drogas. Particularmente en Tamaulipas los casos documentados se multiplicaron durante 2014 y 2015, desde Nuevo Laredo y hasta Matamoros, pasando por Reynosa, la frontera chica y el sur de esta entidad.

 

Que sobresalga Tamaulipas no es casualidad, se sabe que ésta es la ruta empleada por la mayoría de migrantes extranjeros; y se sabe también que en su mayoría –y por razones evidentes de distancia– las personas localizadas en casas, tráileres o autobuses son extranjeros provenientes de Guatemala, Honduras y El Salvador; aunque por esta frontera también se ha detenido a personas de China, Ghana, India, Irán o Albania.

 

Pero más allá de la creciente actividad de tráfico y/o transito ilegal de personas, llama la atención la noción de “rescate” o “liberación” de los presuntos migrantes, cuando muchos de ellos pagan –y no poco dinero– para ser llevados o trasladados hasta el país del norte. No quiero decir con esto que no son sujetos de abuso, extorción, privación de la libertad o incluso asesinados; sin embargo, habrá que poner en perspectiva de los migrantes su “rescate”. Para algunas de las personas “liberadas” se trata de una oportunidad frustrada en su objetivo, y la pérdida incluso del dinero pagado para cubrir el viaje.

 

La literatura sobre el tema ha evidenciado que en este modelo de negocio, basado en el tráfico y transporte de migrantes desde sus países de origen, se les garantiza hasta dos o tres intentos para llegar a Estados Unidos. No sabemos a ciencia cierta sobre los casos exitosos donde se cumple lo pactado, nos enteramos solo de las historias de encierro, hacinamiento, asfixia y muerte.

 

Se trata de un modelo bien estructurado que involucra tráfico y transportación de migrantes cobijado en la asociación delictiva y corrupción; donde desafortunadamente las víctimas son siempre los migrantes, y donde la Ley regularmente queda rebasada por la realidad.

 

 

A seis años de la Ley de Migración, vale la pena darle una mirada a las formas que podrían prevenir el drama humano,  es un hecho que eliminar la penalización e infracción de la migración, o establecer la posibilidad de visa humanitaria para víctimas de delito –máxime cuando las propias personas se colocan en situaciones de riesgo– no es suficiente.

 

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