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LA NOCHE DE LOS NAHUALES- Opinión De Benjamín M. Ramírez

by Benjamín M Ramírez
  • La voracidad del poderoso contra la solidaridad del desvalido.
  • Los niños, los lápices y el presidente.
  • El impero de la corrupción que se yergue sobre el dolor.
  • Kike, el constructor.

 

Muy callada se encontraba la iglesia católica, amén de otras denominaciones religiosas, ante la tragedia que enluta a cientos de mexicanos y que ha sumido en la orfandad a miles más. Un silencio que aterra, complaciente ante el dolor y la miseria humana, cómplice de la desgracia de los que se encuentran en la calle. Guardar silencio también puede ser considerado complicidad por favorecimiento. Los delitos pueden producirse por omisión o por acción.

 

El reciente pronunciamiento de la Arquidiócesis de México me parece, desde un punto de vista muy particular, ha llegado tarde. Tarde en el sentido de que han pasado ya casi las dos semanas para evaluar y emitir un pronunciamiento en favor de los desamparados. Ricos y pobres han perdido bienes, patrimonio, y en cientos de casos, la vida. No se puede guardar este silencio sepulcral y, menos, salir con un pronunciamiento tan fuerte que parece un rompimiento de suyo en contra de la clase política gobernante.

 

Un rompimiento con los poderosos intereses que dirigen los destinos y la vida de los ciudadanos en el país, y de forma particular, la supervivencia de las personas del centro y sur de la nación: CDMX, Morelos, Puebla, Chiapas y Oaxaca. Sostiene la Iglesia:

 

Lo evidente es sacar del nicho del poder y de los fueros a los políticos que se han hecho ricos a costa del servicio público. Elegir a candidatos en cargos de auténtica representación popular, no a sibaritas nutridos de privilegios, moches y prebendas; ministros, magistrados y jueces más austeros y menos apoltronados, engrosando cuerpo y bolsillos; consejeros electorales funcionales, capaces de vigilar los procesos democráticos con justicia y no como dictadorcillos censurantes de las opiniones de los que piensan diferente. De partidos políticos vistos como órganos para la democracia y no como refugios de prepotentes, dinastías, linajes o negocios familiares que en pocas manos esquilman lo que pertenece al pueblo mexicano (Comunicación Social de la Arquidiócesis de México, 2017).

 

Y la pregunta obligada es: ¿Qué habrá sucedido entre los poderosos políticos de nuestro país y los poderosos jerarcas de la Arquidiócesis de México para llegar a este pronunciamiento? ¿Existió una consulta con la Nunciatura apostólica antes de emitir este comunicado? ¿Fueron consultados los altos funcionarios papales para su revisión y pronunciamiento oficial? ¿Cuál será la postura del gobierno mexicano?

 

Ha llegado tarde, pero ha llegado.

 

El pronunciamiento, a través de la editorial de “Desde la fe”, es muy fuerte en sí misma, en contra de la clase política gobernante, a quien acusa de “lo evidente es sacar del nicho del poder y de los fueros a los  políticos que se han hecho ricos a costa del servicio público”.

 

Me parece que desde la declaración, insisto, que ha llegado tarde, la iglesia católica retoma su compromiso a favor de los pobres y desprotegidos. Ignoro cuáles serán las consecuencias diplomáticas y de afectaciones en los intereses comunes entre los altos jerarcas católicos y la clase política gobernante.

 

En otro tenor, tal parece que la clase poderosa y gobernante, esa glotona cuya voracidad se ha puesto de manifiesto a raíz del dolor de la tragedia acaecida a miles de ciudadanos por el sismo del 19-S, no parece ser ahíta, llena o saciada, con los cientos de cadáveres, construcciones derrumbadas y las donaciones a sus fundaciones o fideicomisos creadas ex profesos, para acaparar y manipular todas las donaciones de las personas pobres, cuya voluntad y solidaridad no debe ponerse en duda y que el rico empleará recurriendo al subterfugio, medio engañoso y hábil, para que dichos recursos económicos no lleguen a las manos que lo necesitan.

 

En México, la habilidad para desaparecer los recursos económicos es vista con tanta normalidad. Capitales, los públicos y los aportados por la sociedad y la comunidad internacional en estos momentos de desgracia, son manejadas desde la opacidad, de forma subterránea, soterrada y eclipsada.

 

El desvío de recursos en el uso de los dineros, frutos de la recaudación vía donativos, no debe espantar ni sorprender a nadie. Desde el banquero más acomodado o la fundación cuyo renombre sale en todos los medios hasta el vecino que, sin mediar control alguno, abre su centro de acopio, dejando sin posibilidades al ciudadano generoso para poder fiscalizar, de algún modo, el destino de su aportación.

 

Mucho es el encono en el ciudadano afectado por el terremoto del 19-S, por la falta de transparencia en el manejo de los millones de dólares en aportaciones y que, hasta hoy, a sus manos no ha caído ni un céntimo. Lo cierto e indudable es que no hay un mecanismo legal ni moral para brindar certeza y nitidez en todo lo recaudado.

 

Aún dudo de la maldad demostrada por el gobernador de Guerrero, quien mandara a incinerar toneladas de víveres echados a perder, víveres que si hubiesen sido entregadas de forma oportuna aliviarían de manera paliativa las múltiples necesidades de los afectados por el 19-S. El gobernante no admite el señalamiento y sólo ataca al semanario que lo pone en evidencia.

 

Los reclamos de los morelenses por las acciones de “El gober despensas”,  deben ir más allá del improperio y de los reclamos verbales. Es momento de exigir un juicio político y una demanda penal por omisión de un deber y por la falta de capacidad demostrada por Graco Ramírez ante la crisis humanitaria que se avecina en las comunidades afectadas por el sismo.

 

Es imposible creer que exista este tipo de gobernante que asuma para sí las aportaciones que la ciudadanía generosa ha dado en apoyo a las colectividades vulnerables a partir del movimiento sísmico. Lo peor es que se avecina un sismo social de proporciones inimaginables y que sólo puede ser evitado, dejando morir de hambre o por las condiciones climatológicas a quienes han padecido en carne propia el embate de la naturaleza.

 

La clase política, encabezada por personeros de la corrupción como Graco, debe entender que llegará un momento de inflexión, la olla del encono social está a su máxima capacidad de presión, que estallará aunque su policía Capella Ibarra, llame “turistas sísmicos que sólo estorban” a los miles de voluntarios que se opusieron a la rapacidad del gobernante y obligaron a soltar los apoyos que no le pertenecían y de los que se apropiaba.

 

Es inobjetable que el presidente de la República, EPN, ha subido en su nivel de aceptación y la tendencia a la baja ha ganado unos puntos hacia arriba. Esto se debe a que se ha presentado como el constructor de realidades en un mundo inimaginable. Terminará el sexenio, enfocado en la sucesión sin la posibilidad clara y evidente de que los “sin techo” tengan un rincón donde guarecerse de las inclemencias del tiempo.

 

La voracidad del poderoso se pone de manifiesto en el que construye casas de muñecas incapaces de resistir o brindar seguridad ante el embate de la naturaleza y es responsabilidad de quien autoriza la edificación.

 

Vivir de la desgracia a partir de la muerte de los más vulnerables no debe ser tolerada por el imaginario social. EPN construirá su imperio a partir de una sociedad dolida y demolida en sus bienes y su patrimonio. Erigirá su poderío, posicionando a su partido, a partir de los escombros de los hogares de las familias mexicanas.

 

El problema no queda aquí. El presidente ha solicitado todavía más apoyo a la ciudadanía exprimiendo la generosidad solidaria. Muchos han comentado ya el costoso aparato burocrático, la corrupción en el manejo de los recursos públicos, la falta de transparencia en los donativos a nombre de los damnificados. Tal parece que nadie quiere saber el porcentaje que deberá llegar a los afectados, y cuánto porcentaje quedará en las manos ávidas de los intermediarios, que sin moral alguna, podrán dar un uso distinto al apoyo recibido. Porque EPN ha solicitado hasta lápices.

 

Sé en carne propia lo que es vivir a la intemperie. Dejar la seguridad y el cobijo del hogar cálido. Dormir en la plaza o centro comercial y que de madrugada llegue la fuerza pública dando órdenes de desalojar el predio por faltas a la moral; ver a tus hijos completamente vulnerables por las condiciones atmosféricas, la lluvia, el viento o el frío  y la inseguridad persistente en la ciudad.

 

Puedo comprender la desesperación de quien está sin techo o vivir con el amigo, familiar o vecino con todas las incomodidades que supone la convivencia diaria, en el roce cotidiano, en el hacer fila para ocupar el sanitario o esperar el turno para poder bañarse. Sé lo que es tener hambre y que las promesas del gobierno persistan en el aire de la autopromoción televisiva pero no en tus manos.

 

Es posible que #FuerzaMéxico sigue siendo el slogan del poderoso para exprimir más a la ya precaria situación del ciudadano de a pie que se sostiene en el día a día con un salario raquítico por largas jornadas de trabajo y que, sin duda, no escatimará esfuerzo para compartir desde su pobreza.

 

Es probable que a partir del manejo discrecional de los apoyos, víveres y recursos económicos se prepare un holocausto muy a la mexicana. La lucha por la supervivencia puede dejar más víctimas que las ocasionadas por el sismo que al fin y al cabo, ya lo dijo Thomas Hobbes en su Leviatán: “homo homini lupus”, “El hombre es un lobo para el hombre”.

 

¡Nos faltan 750! —dijeron a una voz las 750 casas de campaña canadienses…

¡El 2 de octubre no se olvida!

 

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