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LA NOCHE DE LOS NAHUALES

by Redacción tijuanaenlinea

EL OTRO CHIAPAS, UNA CIVILIZACIÓN NEGADA        

UBER CONTRA PAKAL

 

PARTE I DE II

Me encuentro en Xibalbá (el inframundo en la cosmovisión maya) que constituye “un increíble laberinto de ríos subterráneos en la región”, en el municipio de Palenque, Chapas.

 

Como inicio se muestra el Palenque cuya riqueza arqueológica salta a la vista y constituye una mina de oro para los prestadores de servicios: hoteleros, servicios de transportes, guías y toda una gama de negocios que se regodean con la llegada del improvisado turista.

 

Hoy te dicen un precio y mañana, una vez contratado el servicio surgen otros cobros, como por arte de magia. Porque en esta zona se paga por todo. Sólo basta colocar una cuerda atravesada a la carretera y el derecho de peaje debe ser sufragado: usos y costumbres.

 

Lo anterior en coincidencia con las declaraciones que hiciera, en el transcurso de la semana pasada, el titular de la Secretaría de Turismo, Miguel de la Madrid Cordero, quien aprovecha cada aparición en los medios para hablar de los avances que en esta materia se ha logrado, anunció que México ha crecido en un notable porcentaje con visitantes de otros países, principalmente argentinos, y que también se ha incrementado la afluencia de turistas locales a los principales destinos dentro de la República.

 

Dejó entrever el titular de la SECTUR, que ni siquiera la inseguridad que permea en todo el país ha sido motivo para dejar de crecer en materia de turismo lo que ubica, según la página oficial de esta dependencia, a México como el 8° país más visitado con 35 millones de visitantes extranjeros.

 

Lo que ignora el titular de la SECTUR es que no se puede avanzar en materia de turismo con pedazos de asfalto sobre las brechas abiertas en la selva. Es inimaginable para el propio y extraño recorrer 210 kilómetros de carreteras destrozadas en casi nueve horas de traslado en servicio de primera clase.

 

Chiapas, en especial Palenque, es extraordinario. Su gente, su gastronomía, sus paisajes, el clima, sus vestigios arqueológicos, hablan por sí mismos. No existe rincón de Chiapas que no te deslumbre.

 

Hoy no quiero hablar de ello. Deseo que te inmiscuyas en un mundo del que pocos hablan. No del Chiapas desconocido sino del Chiapas negado, de una realidad soterrada.

 

ANECDOTARIO

 

Llego al aeropuerto según el horario fijado por la aerolínea que puntualmente me traslada a la tierra de los aluxes y nahuales, la tierra de la nauyaca y de la serpiente de cascabel tropical; a los dominios del dios jaguar y al señorío de Pakal.

 

Hago uso de la aplicación Uber. Despiadado mi dispositivo móvil me anuncia que este servicio no está disponible en la zona. Infiero que es por la lejanía entre el aeropuerto y la ciudad. Para mí, en la corta experiencia con el servicio, es más cómodo en cuanto a la fijación de los costos y el kilometraje que se recorre. No tengo mayor opción que solicitar un taxi. Recorrer la corta distancia al hotel significa ya un gasto fuera de lo común. En Tijuana, con Uber, no pagaría más de $120.00 pesos.

 

Le pregunto al taxista qué pasará cuando llegue Uber a la zona. Me comenta que eso no será posible. Que podría irles mal. Que no les conviene. 

 

Inmerso en mis recuerdos llega a mi mente la figura de Macario (novela de B. Traven) y sus nueve hijos. Cándido y Modesta, Angelito y Pedrito —hijos de Cándido—, de don Severo, el enganchador Don Gabriel (personajes cuyas acciones son narradas por Traven en “La rebelión de los colgados”), y las injusticias que sobre los indígenas se han cometido y que aún siguen soportando.

 

Sin duda, la imagen que golpea mis recuerdos es la de Marcelina de las Casas, quien muere por ser pobre y por ser mujer, víctima de “sus intestinos retorcidos”. Muere y, con su deceso, condena a su familia a la esclavitud con los finqueros, a la troza de árboles, a la tienda de rayas, a la humillación y vejación de por vida, al castigo inhumano, al bajo salario, a ser timado siempre por los ladinos.

 

En un primer momento llegamos a San Cristobal de las Casas. Recorremos sus calles. Evoco la revolución iniciada por el EZLN, la del “Sub”, la de los indígenas, que al menos, una vez, alzaron la voz y se hicieron presentes. También llegan a mi memoria sus muertos, los engaños, y los quince minutos que prometió Vicente Fox para resolver el problema. Paso frente a las oficinas de la jurisdicción sanitaria con cabecera en este municipio.

 

El Centro de Salud rebosa de personas que esperan una consulta. Reviso el manual de “Bienvenidos paisanos”. En un apartado manifiesta que los servicios de salud se deben de recibir de forma “pronta y expedita”, al menos en el papel. La ocasión es propicia. Una de mis hijas sufre, en esos precisos momentos, una reacción alérgica.

 

Vislumbro la dura jornada que recorren los habitantes de los pueblos cercanos, bajando de la montaña y cruzando la selva lacandona, para ser atendidos y tratados como un número más y engrosar las estadísticas nacionales, dejando a un lado el mal trato y las vejaciones por no saber expresarse en español. Afuera de las instalaciones está colocada una manta que anuncia que las enfermeras trabajan bajo protesta.

 

Recurro al servicio médico privado. Me aseguran que no debo preocuparme. Que es algo pasajero. La recetan es algo básico —paracetamol— que el farmacéutico sella con el ticket de $35.00 pesos más la consulta con un costo similar. Dos días de trabajo para el campesino sin tierra.

 

Los niños pululan por todos los espacios y centros de paso obligado para el turista. Van sobre los “güeros”. Lo extranjero garantiza una venta segura y unos dólares en cada venta. Obvio que yo no estoy entre sus potenciales clientes.  

 

Llega la hora de la comida y entramos a uno de las decenas de locales. En él puedo apreciar el otro Chiapas, el que nadie quiere ver y el que todos niegan. Dos menores de edad de escasos 7 años laboran dentro. Ignoro si se les paga y el monto del salario.

 

Observo.

 

El más pequeño se encarga de los mandados. El más grande, sólo por un par de años de diferencia, se encarga de la masa. Tal pareciera que toda la familia está condenada a trabajar en ese rubro de por vida en un negocio que nunca será propio. Los espacios de trabajo deben ser celosamente guardados mediante riguroso escalafón familiar en la casa del coleto.

 

A diferencia de los otros niños que andan en las calles vendiendo o solicitando dádivas, “Chiquito”, así llaman al mozo de los mandados, se afana en sus labores. Más de dos veces da el pestañazo. Somnoliento alcanza a escuchar el mandato de la encargada del local. 

 

«Ve a comprar», le ordenan.

 

Pasa junto a la mesa. «Buen provecho», masculla.

 

No se acerca a pedir, es celoso con su trabajo. Así es la gente, cómo él. Trabajadora, cumplidora, sin la paga justa.

 

Una jovenzuela se acerca a ofrecer. Exhibe sus productos. Fija un precio. Luego, sabiendo que no logra convencernos los rebaja de forma brutal. Casi a mitad de precio o al tres por uno. El chiste es obtener algo con la venta.

 

La reprendo. Le pregunto el por qué regala sus productos. Que no es justo. Que le dé el valor a lo que hace. Lo que cuesta. Que así nunca  logrará obtener buenas ganancias porque desvalora sus artesanías. Sólo ríe.

 

Luego están los ladinos. Los marrulleros. La historia de Pakal y su reinado extraterrestre «se ofrece como una teoría más» sale a la luz.

 

Toda la historia contada por una guía “certificada” lo puedes leer en Wikipedia o cualquier otra página con información similar. El mismo cuento lo puedes escuchar con un niño o cualquier otro nativo del lugar que a fuerza de repetición ya dominan esa “historia”. Y así, el costo por el guía disminuye de forma brutal en un 90%.

 

No debe ignorar, estimado lector, que las ruinas de Palenque constituyen sólo el 5% del total de la zona arqueológica que ha sido descubierta. El 95% restante está sepultado por la selva.

 

Porque Palenque sobrevive mejor soterrada. Porque la razón última no es el presupuesto. Es a conveniencia de la autoridad en turno el querer acabar con los cimientos de una civilización ultrajada, hasta hoy.

 

En Palenque no brilló el oro. Sobrevive el ámbar y la obsidiana, tan duras como sus nativos. Sobrevive en el autóctono rezagado. Sólo unos cuantos se llenan los bolsillos con una historia imprecisa y llena de cavidades. Saben que los que llegan nunca retornarán o lo harán muchos años después, si cabe esa posibilidad.  

 

Espero me disculpe. Mi hotel de cuatro estrellas me ha obligado a escribir desde la soledad del lobby, a altas horas de la noche, desde donde puedo alcanzar la señal Wi Fi. «Lo sentimos», sólo alcanzan a externar.

 

Por cierto, el señor presidente Enrique Peña Nieto, durante la graduación de los cadetes de la Secretaría de Marina, aseguró que trabajará para alcanzar la igualdad, la justicia y la seguridad que todos los mexicanos nos merecemos.

 

Tal parece que en Chiapas esta promesa suena hueca y a olvido.

 

En el CALDERO: Chilón, rojos de corazón.

 

La PÓCIMA: El titular de la SCT no tiene vergüenza. Dice que se actuará contra los culpables del socavón.

 

 

Benjamín M. Ramírez.

Es profesor de Educación media Superior. Candidato a Maestro por la Universidad Pedagógica Nacional, UPN. Cuenta con una amplia trayectoria como profesor universitario. Ha sido profesor de Opinión Pública y Propaganda. Posee con una especialidad en Filosofía. Colabora esporádicamente en algunos medios regionales del sur de Veracruz. Ha sido corresponsal en Radio en su natal Veracruz. Es experto en temas electorales y propaganda.

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