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📌 Crónica psicótica parte única: I have become comfortably numb

by Redacción
Por: Esperanza Ne
Acababa de regresar de Mérida de una relación fallida -obvio yo la cagué- y fue cuando empezó esta pesadilla millenial, más común entre mis contemporáneos que decir “wey”.
Tuve que reproducir The Dark Side of the Moon at this moment para poder escribir esto porque, de otra manera me da terror hablarlo, incluso pensarlo. Este disco me calma, me lleva a un lugar profundo de mi mente donde me pierdo en nebulosas que atraviesan cascadas cristalinas con zafiros y lapislázulis. Sentada en los anillos de un planeta muy lejano desde donde puedo ver galaxias que no gobierna nadie, con pulpos azules que me aman y ballenas voladoras que cantan. Es el espacio pero no falta el aire fresco rebotando en mis carnes. Ese es mi lugar, donde algún día se desvanecerá el último átomo de mi existencia.
No, esta no es una historia fantástica ni de fantasmas o exorcismos, es peor, es siniestra, es horrenda y más terrorífica que visitar un psiquiátrico abandonado en 1920 en el sur de Estados Unidos donde torturaban pacientes.
Bueno, me dejo de mamadas.
Luciana tenía tres años y volvíamos de vivir allá unos meses, así que se quedó en casa de su familia paterna unas semanas, puesto que no la habían visto en el período de nuestra muy acalorada (in many ways) experiencia yucateca.
Me había portado tan bien en los últimos meses que llegué a fiestear, a perderme, a adolescentear a lo pendejo y, según yo, a liberarme de mi temporada de ama de casa, pero no sabía que me esperaba esta perra cárcel de la que no sé cómo salir y de la que no saldré nunca, me temo.
Lo que daría por haber sido recatada solo esa vez.
So, busqué a mi ex enseguida, a ese que busqué mil veces.
Resultó que el joven andaba en un negocio de esos macabros justo en la temporada duartista tan perramente sangrienta, ese bisnes en el que sabes que un día puedes aparecer embolsado en pedacitos en una zanja en la carretera a Playa Vicente.
No sé qué tan valiente era.
Pues el muchacho tenía su tienda bien surtida y yo llegué a despacharme como imbécil, como si fuera el pucto fin del mundaaa. Novata.
Fue casi una semana de excesos, alcohol, mucho, todos los días eran dos o tres cosas diferentes, uff, qué alucine, imperdible (?) y pendejo. Totalmente irresponsable.
Para el viernes ya andaba bien Carmen Campuzano, en modo Hollywood activado, so many druuuuuugs, bitches!
Un bello cóctel, muy kitsch, muy Studio 54 en los 80, alcohol, ácidos, coqa, MDMA y de postre un brownie delicioso de Mary Jane, choncho y mamadísimo para rematar la semanita.
Ahora escucho la entrada, Hello, is there anybody in there? Solo para recordame que por unas horas no lo hubo.
Ese viernes morí un poco.
La odisea:
Vomité muchísimo todo el camino hacia el baño, era una escena asquerosa a lo Poltergeist, como cuando de Steve Freeling salió un monstruo baboso. Fue una verdadera masacre de mis tripas.
Me senté en la cama mientras él limpiaba, estaba esperándolo ahí, deshecha y desorientada. Como un trapo viejo, maniqueable, como la caca de un gato enterrada en la arena que ha terminado su ciclo importante y solo espera desintegrarse y unirse a la tierra que la utilizará de abono.
Entonces entró al cuarto y volteé a mirarlo pero no era él, fue hacia mí pero no pude reconocer su rostro. No sabía quién era este sujeto. ¿Quién eres? Soy yo, tal. No, tú no eres tal. Me espanté mucho y me dijo, no te preocupes, es un mal viaje, tranquila.
Whaaaaaaaaaat? Auxilio.
Las consecuencias del frenesí y del éxtasis de este bebistrajo de químicos fueron que mi cuerpo se separó de mi mente y mi cerebro dejó de ser indisoluble, se disgregó como los granos de azúcar en un café de olla recién salido de la estufa.
Puedo recordar prolijamente el profundo terror al escuchar cómo se fragmentaba mi organismo. Se rompió, no sirve, está obsoleto, como están obsoletos el fax y la cámara de rollo.
I can see my body away from me, como un ente propio ingobernable que me reta con rencor, como esta relación caótica madre/hija adolescente.
Son muy tristes las separaciones pero son más tristes cuando te separas de ti misma porque tu cuerpo y tu mente no pueden habitar el mismo espacio, se separan por supervivencia siguiendo un instinto de conservación.
Es tu cuerpo alejándose de ti, quebrando la unidad para no perder el juicio, me dejó solaaaaa con mi cerebro, perturbado, maniatado, esquizofrénico, confundido.
No lo culpo, yo le hice esto, yo lo llevé al límite, lo distorsioné, lo lastimé, lo herí.
Me partí en dos, en tres, en cuatro y no pude encontrar los pedazos, me convertí en un rompecabezas de arena, las piezas se me van de entre los dedos y no puedo volver a solidificarlas.
¿En dónde estoy?
Estoy en un desierto oscuro, caluroso, sin agua, me seco, me deshidrato. Estoy perdida, no sé quién soy, no sé qué hago aquí.
Ahora estoy en las profundidades del océano, sin oxígeno, cayendo, ahogándome, sintiendo entrar el agua a mis pulmones, nadie sabe dónde estoy, nadie me puede salvar.
En ese momento sentí mi primer ataque de pánico, así, sólido y helado; una sensación, un sentimiento nuevo que acababa de desbloquear como si lo hubiese mandado Belcebú desde los infiernos donde arden los pedófilos y los asesinos seriales.
Una sensación de horror que no entendía, I still don’t, que me tomó del cuello y me azotó, que penetró todos mis sentidos y me poseyó.
Se apropió de mí y escarbó en mis miedos más profundos, los trajo de vuelta y reviví golpes, maltrato, tortura, traumas y violaciones. Reviví pérdidas y muertes, abandono y soledad.
Me sentía en el espacio sin oxígeno, alejándome de la Tierra hacia un agujero negro, iba a explotar y luego cada pedazo de mí se iba a desintegrar pero sin perder la conciencia de lo que estaba pasando. Auxilio.
Mis átomos se desunieron unos segundos. Suena Brain Damage y no hay una canción más perfecta para desintegrarse.
En mi organismo pasaban cosas al mismo tiempo. Me alejé de mi mente atribulada y me concentré en mi cuerpo. Sentí mis costillas asfixiándome, apretando mi pecho, moviéndose, sentí mi corazón, ya no cabía dentro de mí y tenía conciencia propia, lo sentí aterrorizado tratando de huir, sentí expandir mi cerebro y no podía detenerlo, iba a romper mi cráneo y se iba a embarrar en las paredes, en el piso, en las sábanas, en la cara de mi ex, could this be a sex thing? Ok, no. Lloro, lloro mucho ahorita en la soledad de mi cuarto en este espacio que no me pertenece y que solo es mío porque mis maletas en están en el piso.
Me tomaron por sorpresa estas sensaciones horribles, como un golpe seco a la garganta que te quita el aire.
Me desmayé, por supuesto, nadie es tan fuerte.
Pero no contaba con que el ácido me iba a despertar de mi cortísimo aletargamiento para revivir toda la pesadilla una y otra y otra vez.
Me perdí en un bucle de ataques y desmayos mientras seguía dopada. Perdí el control de mi cuerpo pero sobre todo perdí el control de mi mente como se pierde la inocencia a la primera metida de dedos y no entiendes lo que está pasando.
Era yo en tres partes, en todas las partes.
Desperté de nuevo y no sabía quién era, no recordaba tener una hija, no sabía en dónde estaba. Pánico, ansiedad, terror, desmayo.
Desperté de nuevo y pensé que me habían secuestrado, que me matarían, que nadie sabría qué me había pasado. Pánico, ansiedad, terror, desmayo.
Desperté de nuevo y reconocí mi bolsa en una esquina, de pronto supe que estaba ahí por voluntad y fui apropiándome de mis recuerdos, de Luciana, de mi maternidad, de mí misma. Sabía dónde estaba y con quién y entonces pensé que llegaría la policía y nos llevaría y nos desaparecería, o que acabaría mis días encerrada en una cárcel sin volver a estar con mi hija. Pánico, ansiedad, terror, desmayo.
Después de unos 10 episodios del mismo tipo por fin me quedé dormida, noqueada.
Desperté de día aliviada de que se había terminado la noche.
Pasé el día en una eterna cruda y llegué a casa a recostarme. Se puso el sol y llegó la noche, y con ella el brillo de la luna. Un escalofrío me rozó el cuerpo.
Me recosté y al cerrar los ojos vino de nuevo ese monstruo, como un tío que llega a tu cuarto a manosearte a los 14 años en una ciudad que no es la tuya. Puedo perfectamente equiparar los niveles de horror entre una violación y un ataque de pánico porque los he vivido ambos, es mi derecho. Así era este monstruo que puso en mi contra a la oscuridad.
La ironía, en esta dualidad día/noche yo prefiero encerrarme en las tinieblas, con mis paredes negras y mi ventana pintada de negro ante la carencia de saciabilidad de negrura.
Me hizo temerla que es peor que odiarla, me hizo llorar y gritar de miedo cada vez que el sol se escondía.
Esta criatura salida del mismísimo Necronomicon me lo arrebató todo, me despojó de mi libertad, de mi alegría y se tragó todas las pocas ganas que siempre he tenido de seguir viva.
Así fue esa noche y así fueron las noches de un año completo en las que cada vez quería morirme, que alguien me mate.
Fui a terapia con psicólogos, psiquiatras, terapeutas alternativos, tomé tafil, valium y una larga lista de ansiolíticos que eran paliativos, me adormecían sin quitarme la conciencia y eso me descontrolaba más.
Los dejé y seguí en terapia pero no encontré las causas psicoemocionales de lo que estaba pasando.
Recuerdo una de las peores noches. Estaba en casa de mi ex, era de madrugada y estábamos dormidos, algo me despertó y lo primero que vi fue un cuadro que él había pintado de la vía láctea.
El espacio es un tema, un lugar con el que estoy obsesionada, tengo tatuado el sistema solar en mi espalda y veo todas las películas y series al respecto no importa lo culeras que estén.
Este monstruo nocturno también me quitó eso. Cuando vi la pintura me explotaron los globos oculares y mi mente se desorbitó.
Esta sensación me ha costado mucho trabajo explicarla y solo quienes han tenido ataques de pánico pueden comprender mejor:
Sentí que no cabía en mi cuerpo, que no cabía en la habitación. Salí enloquecida a la calle pero tampoco me alcanzaba, tenía la necesidad imperiosa de salir al espacio aún sabiendo que ninguna galaxia era suficiente. No cabía en mí.
Era tanta la desesperación de no sé qué cosa, de no saber cómo arreglarme, cómo resolverme, que solo quería que me atropellara un coche.
Subí al último piso del edificio que está a un costado de Correos esperando ser muy valiente para aventarme. Mi ex subió por mí, me llevó de regreso y me cuidó.
Cada noche quería morirme. No hay un lugar en los veinte mil infiernos más culero que este. No hay, no existe.
Por fin recurrí, gracias a mi madre, a visitar a mi homeópata de cabecera, mi salvador. Me dio chochitos a los que les tenía poca fé. Tan tonta. Me liberaron, enmendaron lo que estaba mal.
Jamás le he tenido tanto agradecimiento a nada, tanta confianza. Le pondré un altar a la homeopatía.
Entiendo que justo es que mi organismo es muy sensible a entes externos (no todos, ¿verdad? XD), pero regresando al tema, inclusive el té verde me provoca taquicardia, el café aturdimiento. La mota siempre me cagó, soy pro mariguana, quise quererla pero mi mente la rechazó.
La pérdida de control de mis sentidos es insoportable, no sé relajarme ni disfrutarla, no sé dejarme ir, gracias al Universo no me pasa con la cerveza. Salud. ❤️
En los años siguientes me pasó de nuevo en menor escala, en menor intensidad, lo cual agradecí mucho.
El año pasado tuve uno después de una pedota que me puse con vino y unos dos indicios que, al parecer, pude controlar.
Pero.
Sí, hay un gran pero el cual me hizo escribir esto.
El viernes me puse la vacuna, me sentí súper mal y el sábado a la noche me fui a poner la peda de mi vida.
Llegué a casa del chico con el que salía, el que me mandó a la verga. Llegamos de día o algo así, me acosté y boooooom! No te vas limpia de esta mamada tan irresponsable que acabas de hacer, Esperancita.
Mi cerebro me la cobró. Abrí los ojos y lo vi, estaba ahí de nuevo el monstruo que venía a carcomer mi mente, devoró mi cordura en dos segundos. Me paré, enloquecí, lloré mucho, me quería morir y los gatos me salvaron, me trajeron a tierra. Borracha y en pánico le marqué a mi mamá, quien a lo lejos me escuchó gritar y llorar y estuvo conmigo mientras me desnudaba porque la ropa me estorbaba. Hablamos mucho rato, después de colgar le llamé a Memo, su pareja, mi terapeuta de cabecera. Él me trajo de regreso, aquí y ahora con su voz, la que me tranquiliza, con su música, la que me hace respirar hondo. Luego lloré mucho y me quedé dormida. Me caga llorar.
He estado muy triste desde entonces, con un pavor de nuevo indescriptible a que esto haya dado paso a una nueva temporada de ataques. No puedo costearlos, estoy muy lejos de mis cimientos, de mi madre y de mi hija.
¿Es esto un nuevo nivel que volví a desbloquear? I really hope not.
Suena la perrísima voz de Clare Torry en The Great Gig in the Sky. Respiro. No hay mayor sueño en mí que mi monstruo se derrumbe y claudique en su intento de llevarme con él y romperme. No sé cuántas veces debo demostrarle que aunque me cueste mucho trabajo soy una perra invencible porque I have become comfortably numb.
Have you?

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