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LA NOCHE DE LOS NAHUALES || Benjamín M. Ramírez

by Benjamín M Ramírez

QUISIERA SER CARDENAL O LOS POBRES DEBEN MORIR

 

¿Cuántas penas y desconsuelos, habrá escuchado en el confesionario, su Eminencia Reverendísima Cardenal  Norberto Rivera? ¿Cuánta soledad? ¿Tristezas? ¿Angustias? ¿Aflicciones? ¿Congojas? ¿Desalientos? ¿Atribulaciones? ¿Martirio? ¿Súplicas? ¿Tormentas? ¿Inquietudes? ¿Suplicios? ¿Muerte?

 

¿La sensibilidad cardenalicia se esfumó ante tantas experiencias de obscuridad y llanto? ¿Se desvaneció la esperanza? ¿La providencia se pagó y mandó sus ángeles guardianes armados y dispuestos a dar la vida por la de su Eminencia? ¿Vale más la vida de su Señoría Ilustrísima que la de un guardia de seguridad comercial?

 

Ya en confesión, con toda una retahíla de desvaríos y aberraciones confesionales, digno de ser escuchado por San Agustín o San Ambrosio o los santos padres confesores ¿qué aconsejaba su Eminencia Reverendísima Cardenal Norberto Rivera? Supongo lo que les expresaba:

 

«—Confía en la Providencia Divina, reza a la Santísima Trinidad, reza un rosario; no desesperes, hijo, confía en los planes de Dios que son insondables e inconcebibles.

«—Hijo, Dios escribe derecho en renglones torcidos, —aténgase a su divina misericordia—.

«—Ofrécele tu dolor a Jesucristo, por el éxito de las misiones».

¿Y Vuestra Ilustrísima, Eminencia Reverendísima, señor Cardenal, vos apela a la Providencia divina?

 

De ser así, ¿emplea ángeles custodios disfrazados de guardaespaldas o viceversa?

 

¿Sabe o conoce su Señoría Ilustrísima el dolor de millones de pobres que viven bajo el amparo del Altísimo? tal como lo dice el salmo 91 (90): […] 2 dile al Señor: «Mi amparo, mi refugio, mi Dios, en quien yo pongo mi confianza».

 

Miles de fieles, que dadivosos y entregados, muníficos todos, dan como la viuda del templo: no dan lo que les sobra, como los amigos ricos de su Eminencia Reverendísima, dan todo lo que pueden dar, en un acto solemne de fe. Y vos lo gastáis en pago de seguridad privada, en viandas y platillos exquisitos; en vuestro palacio, rodeado de lujos, de mármol italiano, de pisos de oropel, con servicios dignos de un príncipe de la Iglesia.

 

¿Se lo merece Su Señoría Ilustrísima? ¿No es el mensaje del Cordero: «Sed sencillos como palomas?  ¿No dijo el Mesías que El Hijo del Hombre no tiene siquiera donde reclinar la cabeza (Lc 9, 58; Mt 8, 20)? O saldrá usted, que el mensaje de “El Pobre de Nazareth”, era que no podía descansar…

 

Sí así es , en verdad os digo, que el Mesías no fue declarado Emérito, ni se retiró a su palacio arzobispal en la dirección marcada con el número 110, de la calle Camelia, de la colonia Florida, en la alcaldía de Álvaro Obregón, palacio que habita vos desde hace más de veinte años.

 

No puedo siquiera imaginar a su Ilustrísima vistiendo de sayal, o ser como el pobre entre los pobres, Don Helder Cámara, o como—la voz de los sin voz—, Don Oscar Arnulfo Romero.

¿Cuánto pagará su Excelencia Reverendísima por concepto de predial? ¿Cuánto por el automóvil blindado que no protegió la vida de su ángel de la guarda? ¿Su Señoría Ilustrísima, los ángeles usan armas automáticas? Sería irónico que Jesús empleara a los zelotas como su cuerpo de seguridad.

 

¿No fue una reacción, torpe y tardía las acciones del segundo guardaespaldas, quien se queda al margen de los hechos, cuya arma se le encasquilla, —ya por la deficiente calidad de las balas, ya por la falta de mantenimiento de las armas empleadas?—.

 

La labor de tu escolta no se vio como una reacción destinada a mantenerlo con vida, no se consideraron las acciones preventivas y descuida la retaguardia, ¿o vos fue puesto a salvo de inmediato en el cuarto de pánico?

 

Vuestro ángel guardián demostró su falta de pericia, adiestramiento, torpeza e insensibilidad ante el compañero cuya vida se escapaba. Y la respuesta de los cuerpos de auxilio y de seguridad fue providencial: ocho minutos para llegar con vos.

 

¿No debe ser el pastor el que debe dar la vida por sus ovejas? ¿Debemos perdonar las ofensas de quienes nos ofenden? ¿O debemos responder con balas a quien nos llega disparando?

 

¿Qué debemos hacer nosotros, —simples mortales—, ante el embate de la delincuencia, común y organizada?

 

Tantas lágrimas vertidas en horas de confesión, tanto dolor, tanto duelo. ¿Cuántas veces habrá tomado el teléfono, su Eminencia Reverendísima, para solicitar un favor en beneficio de un hermano, de uno de tus fieles? ¿O para defender y prevenir a Jesús transfigurado en un niño, en una niña, en un adolescente acólito en una de vuestras iglesias?

 

Una vez, vos preguntó, allá por 1994, —estaban en auge Chiapas, el EZLN, Don Samuel Ruíz, las comunidades eclesiales de base— vos preguntó: ¿Cuál debería ser el lugar que debe tomar la Iglesia?, —vos, cardenal, era obispo de Tehuacán, pero ya contaba con la bendición de Su Santidad, el Beatísimo Padre, Juan Pablo II, para ocupar el lugar de Don Ernesto Cardenal Corripio Ahumada.

 

Estaba usted en visita pastoral.

 

Y, la mía, fue una respuesta contundente: «—La iglesia debe asumir, como Jesús, la opción preferencial por los pobres—».

 

Pude vislumbrar una risilla irónica en su rostro. Vuestra Ilustrísima preguntó mi nombre. Se lo hicieron llegar. Me comentaron que vos se molestó con mi contestación. Usted, me dijeron, era del ala ultraconservadora de la iglesia.

 

«—Me atuve a las consecuencias—».

 

Una última pregunta: ¿El sitio www.desdelafe.mx guarda silencio, su Ilustrísima?

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