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Opinión || Jesús Monje Benítez

by Redacción

Cultura de prevención al borde de la extinción

¿Somos inteligentes? Si la respuesta es sí, entonces necesitamos respuestas prontas que expliquen las decisiones absurdas de la gran mayoría de la sociedad mexicana respecto a su salud. Gustosos por adoptar frases populares como “es mejor prevenir que lamentar”, no lo somos tanto para llevarlo a su realización.

Durante los últimos 5 años,  he atendido como médico alrededor de 40 mil pacientes en distintos puntos del país, tanto en zonas urbanas como rurales, y sólo 3 personas acudieron para una revisión general preventiva, llevando también los resultados de sus estudios de laboratorio para una interpretación.

Sorprendente y alarmante que sólo el 0.01% de todos estas personas mantienen una filosofía de vida basada en la prevención, respecto a su salud. El resto mantiene un rumbo diferente, cuya dirección incluye alguna forma de disfuncionalidad en alguna dimensión de su vida, y debido a que muchos de nuestros comportamientos son la manifestación de los principales hábitos, llevamos nuestras formas de actuar también al plano laboral y familiar.

Es contradictorio tener racionalidad e inteligencia y llevar a un alto nivel de riesgo la propia vida mediante nuestras diarias decisiones. Por ejemplo, los factores que propician hipertensión arterial, son consecuencia de actos repetitivos u omisiones perjudiciales como el sedentarismo, consumo elevado de sal, falta de descanso, estrés por mencionar algunos, y aunque nuestro organismo hace su parte respecto a la prevención al darnos signos y síntomas tempranos para cambiar dichos hábitos negativos, tomamos la decisión de continuar hasta el límite de la funcionalidad dichas costumbres.

La incapacidad para disfrutar la salud y la vida de calidad, con una chispa de pensamiento, son los elementos simples para argumentar y justificar todo estilo de vida que desempeñamos a favor de algún objetivo pero en contra de nosotros mismos respecto al plano biológico y fisiológico.

Pareciera que para muchas personas el alivio temporal y cíclico ante las enfermedades, resultara la única forma de satisfacción o sensación de bienestar y por eso propician dichos estados de malestar, aun cuando poseemos amplias capacidades cerebrales para disfrutar nuestra vida sanamente.

Entonces ¿qué hay detrás de las deficiencias de nuestra autoconservación diaria? ¿El gusto y placer nos controla o mantenemos nosotros la dirección de nuestro actuar?

La cultura de prevención se encuentra, desde hace varias décadas,  al borde de la extinción si la consideramos real desde su ejecución, más que de su sola promoción, y es mediante la expansión de la conciencia humana que podemos individualmente dar paso a una cultura de bienestar.

La forma más eficaz de la conciencia es también la que  se sustenta en la prevención, la cual es capaz de vislumbrar las consecuencias de nuestras decisiones y actuar, para anticiparse a la adecuada solución, manteniendo como base el autoconocimiento y entendimiento de los factores que nos rodean, incluidas otras personas, de tal forma que podemos evitar el origen de conflictos interpersonales, así como de enfermedades que laceran nuestra capacidad de satisfacción y nuestra productividad en el trabajo, la familia y la sociedad.

Iniciemos pues la transición de manera personal hacia los estados de salud y bienestar, productos de la prevención, que a su vez es resultado de procesos intelectuales y mentales más evolucionados, a los cuales todos podemos tener acceso.

 

Bienestar y salud para usted.

 

Respetuosamente: Jesús Monje Benítez

 

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