No hay decisión más difícil a tomar en cuestión de los animales de compañía como la que se debe tomar cuando hay que dejarlos partir.
El lazo afectivo que generamos con ellos y el cual muchas veces confundimos con apego suele cobrar su cuota ante la disyuntiva que representa una separación digna con una promesa de rencuentro y una dolorosa debacle de sentimientos encontrados que culmina con una partida salpicada de sufrimiento que sabemos de antemano no es lo que nuestro animal no humano y ser querido necesita. Más que el dolor de la partida es el miedo a la continuidad de la vida privados de su compañía, en esos desesperantes momentos no podemos concebir futuro si ellos y eso nos aterra. La razón opacada por el egoísmo y temor a la perdida no nos permite percatarnos de que aferrarnos a prolongar el sufrimiento que pende de lo que solo es un leve bosquejo de esperanza tratándose de una enfermedad terminal por miedo a soltar es en sí también una diversidad del maltrato, obviamente no es lo que deseamos sin embargo ese pésimo consejero que es el miedo en momentos que trascienden nos hace tomar el camino equivocado cuando el desenlace será el mismo.
La eutanasia más que una salida cobarde y fácil como a veces se le denomina es un privilegio que debe respetarse porque la decisión cuando se toma con madurez y desapego, le da la oportunidad a una vida de entrega y amor incondicional de partir dignamente, en plena paz pero también liberando la conciencia que en otro caso solo sería atormentada con preguntas interminables y de las que jamás estaremos satisfechos con la respuesta. Más lindo que el momento de conocerlos, es el momento de la despedida porque justo ahí, el cumulo de aprendizajes realizados con ellos como maestros toman efecto, ahí es donde con humildad mostramos ser tan grandes como ellos nos ven o cuando menos probamos ir por el camino correcto, sin apego, sin miedo, viviendo el día a día sin el lastre del pasado o lo incierto del futuro, experimentando todos los estados anímicos en un solo día si te lo permites, felicidad, enojo, tristeza etc. muriendo todos ellos con el sol abriendo paso a la noche y su promesa de un día nuevo con infinidad de posibilidades, así viven ellos …así quieren que aprendamos a vivir.
Para ellos el realizar esa transición acompañados corona todo su esfuerzo por hacernos felices durante su vida, comenzar a sentir el desprendimiento del alma del cuerpo con la última imagen de tu mirada tranquila, les genera la confianza que necesitan para partir con la certeza de haber realizado su tarea exitosamente. Jamás les dejes solos, ellos cuentan con tu presencia en ese momento, de alguna manera te harán saber que no es tan trágico como lo pintamos, que la obscuridad solo existe en nuestra cabeza porque ahí en ese preciso momento solo tiene cabida la luz, una mirada de agradecimiento, un lengüetazo en la cara, un gemido o cualquier sonido será su manera de transmitir ese mensaje, cualquiera persona que sea capaz de ver la vida con algo más que los ojos lo captara.
Hay momentos para aferrarnos a la esperanza así como momentos para ayudarlos a partir, aunque la decisión pretendamos sea enteramente nuestra, dejemos que sea su médico veterinario y no nuestro miedo quien nos aconseje, busca una segunda opinión o tres si gustas, intenta con la medicina alternativa y no escatimes en tu esfuerzo que ellos lo agradecerán, pero se sensato, despeja tu mente mantente abierto y perceptivo por que llegado el momento ellos te lo comunicaran y entonces te percataras de que en realidad la decisión nunca fue tuya
Al final, quédate tranquilo, siéntete contento y liberado, deshazte de ese miedo y continua tu vida a la expectativa, porque algún día.. con una travesura, con un sonido arrancado al viento que despierte una memoria repentina y quizá si te portas demasiado bien, hasta con una imagen te dejarán saber que solo no estas….. Y que definitivamente fuiste grande e hiciste lo correcto.
