Inicio » OPINIÓN » LA NOCHE DE LOS NAHUALES || Por Benjamín M. Ramírez

LA NOCHE DE LOS NAHUALES || Por Benjamín M. Ramírez

by Benjamín M Ramírez

EXAMEN DE ADMISIÓN…

 

La tensión reinaba en el ambiente. La sede, un hotel cinco estrellas en la ciudad de Ensenada, Baja California. En frente se encuentra un parque equipado, las sonrisas ausentes de los niños fantasmas imperan en el parque vacío y cerrado.

 

La cita para el examen de admisión a la máxima casa de estudios, la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, fue fijada para las 08:00 horas. Llego puntual. Frente a mis ojos ya se encuentran cinco jóvenes formados. El examen daría inicio a las 10:00 de la mañana.

 

Poco a poco el contingente se hace más numeroso. Conforme transcurren los minutos la tensión aumenta. Nervioso más de uno revisa los documentos que deben presentar a los examinadores. Una copia cae al piso, otra más, es arrastrada por el viento.

 

Un padre de familia lleva a su hija. Ella desciende del vehículo y se incorpora a la fila de quienes aspiran a ocupar un lugar en la máxima casa de estudios. El padre se aleja. De pronto la joven se da cuenta de que algo le falta. Perturbada, pregunta al que está antes que ella. Le sugieren que averigüe con uno de los evaluadores. Él —solícito— le indica algo. Le falta una copia de su identificación oficial al 200%. Es urgente el servicio de una fotocopiadora.

 

Sigue la instrucción: Sales, caminas dos cuadras a tu derecha, sigues derecho, una cuadra a tu izquierda y en la esquina está una copiadora. Ahí te sacan las copias. Los minutos transcurren, la ansiedad y el estrés y la tensión, siguen aumentando.

 

Ya son varios los que se han percatado de que les falta la copia de un documento. Corren, porque el tiempo es oro. Uno más estampa su firma en los documentos que así lo ameritan. El reloj marca las ocho y media. Aún no han pasado al recinto para la foto de la boleta-credencial. Unos padres lucen nerviosos. Yo lo estoy aunque trato de disimularlo. El estrés, la tensión, y el nerviosismo —como emociones— si no se controlan, aunque se quieran evadir, se notan, y —lo peor—, se transmiten.

 

Un lápiz del número dos, urge. Una pluma, un sacapuntas, una goma de migajón, todo indica que son objetos invaluables y que todos los aspirantes deben poseer. Una chica trae tres lápices, por si las dudas. Otros carecen del material suscrito en la convocatoria.

 

Las instrucciones son claras y precisas. Tanto en la convocatoria como en voz de los evaluadores. El reloj avanza y marca las nueve de la mañana. Sólo han transcurrido sesenta minutos. Todo parece eterno. Da la impresión de que el personal de la UNAM tiene vasta experiencia y paciencia. Giran instrucciones, precisan el orden de los documentos que cada aspirante debe presentar. Imponen un sello. Uno a uno avanza a la sala de evaluación. Indican que deben dejar el móvil o apagarlo. Sí el móvil suena durante la presentación del examen este será anulado.

 

La fila se hace más extensa. Los candidatos siguen llegando, en vehículo o caminando, sin prisas. En su nerviosismo no se percatan de la fila. Preguntan. Les indico que deben formarse en la hilera. Entonces sí, corren. Ponen a la vista su documentación.

 

Los postulantes siguen ingresando a la sala de evaluación. Muchos llegan de distintos puntos del país. Algunos dicen llegar de Tamaulipas, de Sinaloa, de Sonora, de Chihuahua. La mayoría llega de Ensenada, Tijuana y Mexicali. Ignoro la travesía que hayan realizado.

 

El reloj avanza. Ya marca a las 09:45 de la mañana. Hace acto de presencia un grupo conformado por siete jóvenes que sólo portan una hoja impresa. Me llama la atención pero el grupo corresponde a los que ya han presentado el examen de admisión —al menos una vez— por lo que la UNAM ya cuenta con sus datos a través de la boleta credencial por lo que ya no será necesario algún otro documento.

 

Frente a las rejas del parque que se encuentra cerrado, una madre discute con su hija. Alcanzo a escuchar sobre un acta de nacimiento. Manifiesta que tardará —mínimo— hora y media para ir por el documento y volver. La joven llora. La madre le indica que le brinde opciones. Responde con sollozos. Se alteran, discuten con mayor fuerza. Un documento impedirá presentar el examen de admisión. Van hacia el final de la calle, alejándose, paso a paso, de un mundo de oportunidades, de la UNAM…

 

Ya son las diez de la mañana y los solicitantes continúan llegando. Corren, llevan prisa. Han olvidado un documento, una copia. Llaman vía móvil. La voz al teléfono sube de tono. Entonces gritan, lloran, estrujan lo que tienen a la mano.

 

Padres, van; padres, vienen; con una copia en las manos.

 

Decido alejarme del lugar. Frente a una tienda de conveniencia se encuentra la joven a la que le faltaba la copia del acta de nacimiento. Está en su móvil, le da “me gusta” a las fotos de sus redes sociales, chatea,  habla con alguien, muestra un semblante alicaído; a ratos, sonríe.

 

En resumen, llegaron tarde. La convocatoria es muy clara: estar dos horas antes de la presentación del examen. Ignoro si los protocolos de la UNAM sean tan flexibles. Probablemente se deba al número de candidatos —menos de cien— en la sede de Ensenada.

 

Quiero preguntarme ¿Cuántos jóvenes se preparan a conciencia, con inteligencia, con dedicación, técnicas de estudios, y con tiempo para su examen de ingreso al nivel superior?

 

Lo sabremos pasado el 25 de marzo.

 

 

 

 

 

También te puede interesar