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LA NOCHE DE LOS NAHUALES || Por Benjamín M. Ramírez

by Benjamín M Ramírez

#UN POZO PARA BENÍN…

Salvador Castillo Valenciana es un misionero en tierras africanas, —en Benín—.

 

Salvador es un hombre de fe, de trabajo arduo y comprometido con el evangelio, siempre de lado de las causas de las personas más necesitadas en tierras de Misión.

 

Conocí al padre Chava en 1992 mientras él estudiaba Filosofía en la Universidad Pontifica de México, UPM.

 

A pesar de que contara con muchas capacidades intelectuales para dedicarse a una profesión que le redituara fuertes ganancias económicas decidió consagrarse como sacerdote misionero en el Instituto de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús, —MCCJ—, misioneros dedicados a la predicación del evangelio en tierras extranjeras —ad Gentes—, principalmente África.

 

Chava, aparte de ser una persona muy inteligente y dedicada en sus estudios de Filosofía era un futbolista excepcional, un atleta que pudiendo dedicarse al balompié y ganar como jugador profesional renunció a un sinnúmero de oportunidades por la causa del Evangelio.

 

También es una persona de profundo amor al prójimo.

 

Sucedió en una ocasión mientras jugábamos un partido de futbol soccer. Con el resultado adverso en contra de mi equipo le cometí una falta bastante fuerte —él era el que nos estaba haciendo todas las anotaciones—. Un hábil delantero. Balón que llegaba a sus pies terminaba en la portería contraria.

 

Salvador resintió el impacto, duro, malintencionado. Arrepentido, yo estaba dispuesto a recibir toda clase de calificativos, injurias e improperios. Me acerqué a él para pedir disculpas. Con voz muy serena pero adolorido me dijo que no había problema.

 

« —Solo es un partido, mi Benjas. —Tranquilo.

 

Nuestros destinos no se volvieron a cruzar sino hasta el 17 de julio de 2016. En la parroquia a la que perteneció cuando era joven.

 

Ahí, en la iglesia de la Santa Cruz del Apostolado, —en Tijuana— sus amigos, conocidos y hermanos en la fe, realizaban un evento con la finalidad de recaudar fondos para la misión del padre Salvador que regresaba a Benín.

 

Salvador Castillo Valenciana siempre se ha destacado por ser un apasionado en su trabajo misionero, un hombre de fe, de oración y de entrega por las causas de los más necesitados.

 

Y es esta fe, oración y entrega lo que lleva a un auténtico pastor a velar por sus fieles.

 

La situación por la que atraviesa la comunidad del misionero es de una devastadora sequía que mina las posibilidades mínimas de sobrevivencia humana. Y por ello es necesario construir un milagro. Un pozo. Un pozo que pueda dotar a la comunidad del padre Salvador del vital líquido.

 

Estoy seguro —como es verdad— que en tierras veracruzanas y en otros lares de nuestro país, el agua se encuentra a poca profundidad, —incluso yo pude cavar un pozo a ochenta centímetros de hondura— y el agua brotaba a raudales. Para ello sólo empleé las manos, sin pala de por medio.

 

En otros sitios, el agua solamente brota, sin necesidad de excavación. En casa, la familia contaba con tres pozos: de cuatro, tres y siete metros de profundidad. Otras familias tienen la suerte de que los mantos freáticos y los mantos acuíferos, los manantiales, se encuentren a escasos centímetros del subsuelo.

 

Quizá usted y yo veamos el suministro del agua como algo “natural”,  nunca estamos preocupados por una eventual escases o sequía. Sí así fuera iríamos a la tienda de conveniencia más cercana y pagaríamos por el vital líquido. Quizá pasen algunas décadas para una fortuita guerra por el agua.

 

En Benín, lo mismo que en muchos pueblos africanos, la sequía es el pan de cada día. Sin agua no hay posibilidad de subsistencia.

 

El cometido del padre Salvador es construir un milagro, un pozo para la comunidad. Es un ruego, un llamado de auxilio, un grito desesperado a nuestras conciencias para hacer realidad esta demanda.

 

Soy consciente de que también tenemos nuestros “pobres”. Es más latente la necesidad de quien tenemos a nuestro lado y que Benín se encuentra a muchos kilómetros de distancia.

 

Hoy, Chava, —como le decimos quienes lo estimamos— alza la voz para pedir que colabores en la producción de un milagro. Ni siquiera están pidiendo alimentos. Sólo claman por agua.

 

Podemos obrar como Zaqueo, quien baja del árbol desde donde veía a Jesús, tal como lo relata el evangelio de Lucas [19, 1-10]. Jesús le mandó bajar y pidió hospedarse en su casa.

 

«—Mira, Señor: Ahora mismo voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes y, si en algo he defraudado a alguien, le devolveré cuatro veces la cantidad que sea.

 

O quizá nuestra pobreza sea mucha y podamos imitar la generosidad de la viuda del templo quien diera todo lo que tenía para sobrevivir, según lo relata el mismo Lucas [21, 1 – 5].

 

Jesús estaba en el templo, y vio cómo algunos ricos ponían dinero en las cajas de las ofrendas.  También vio a una viuda que echó dos moneditas de muy poco valor. Entonces Jesús dijo a sus discípulos:

 

«—Les aseguro que esta viuda pobre dio más que todos los ricos. Porque todos ellos dieron de lo que les sobraba; pero ella, que es tan pobre, dio todo lo que tenía para vivir.

 

Con la idea de contribuir con algo en la petición del padre Salvador Castillo Valenciana, misionero en Benín, he lanzado una campaña en mis redes sociales denominado #UNPOZOPARABENÍN.

El cometido de esta tarea es recaudar fondos que aporten —en lo poco o en lo abundante— recursos económicos para la construcción de un pozo que proporcione agua a la comunidad del padre Chava y a las comunidades de los alrededores.

 

Por supuesto que he recibido críticas —mismas que no me detendrán— por solicitar recursos. Estoy consciente que en un mundo falto de solidaridad se despierte la sospecha y el desdén por las causas en beneficio de los más necesitados.

 

Un pozo para Benín necesita de tu contribución.

 

Estoy seguro que este momento y espacio son providenciales porque nos permiten contribuir con algo en beneficio de las misiones. Sé que podemos hacer la diferencia y construir un milagro y así paliar los efectos de la gran sequía que padecen en esta comunidad.

 

No nos costará mucho.

 

Nuestra insensibilidad y falta de humanismo, indiferencia e indolencia nos lleva a gastar más de forma frívola y jamás reparamos en las necesidades que existen más allá de nuestra nariz.  Y a veces nos gastamos lo de un dólar en una soda y unas golosinas.

 

Si mis cuatro lectores pueden aportar lo de un dólar o su equivalente en pesos —o más— estaré muy agradecido.

 

La meta final de esta campaña es la de reunir $3,000.00 (Tres mil dólares).

 

Para efectos de los donativos favor de hacerlo a la siguiente cuenta indicando la referencia UN POZO PARA BENÍN.

 

BANAMEX

MISIONEROS COMBONIANOS DEL CORAZON DE JESUS A.R.

4562515 SUCURSAL 7006

SAN FCO DEL RINCON, GTO

CLAVE INTERBANCARIA

002237700645625157

 

Les agradecería mucho compartieran este grito de esperanza de tal manera que me apoyaran en la difusión del mismo con la finalidad de lograr reunir la cantidad arriba señalada.

 

Cualquier aclaración o duda estaré a sus órdenes las 24 horas del día vía inbox o a través de este portal.

 

Sean generosos. Dios no se deja ganar en generosidad.

 

Estoy convencido de ello.

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