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LA NOCHE DE LOS NAHUALES || Por Benjamín M. Ramírez

by Benjamín M Ramírez

 

PROCUSTO, YALITZA Y AMLO O LOS HIJOS DE GASPERÍN EN SUS GUARDERÍAS FANTASMAS.

 

¡Qué bueno que no ganó el Oscar como mejor actriz!

 

¡Ella no nos representa! ¡Sólo es una oaxaqueña! ¡Se representó a sí misma!

 

El pueblo nuestro tiene miedo a descubrirse, a desnudarse, a mostrarse tal como es. Miedo a lo diferente, miedo a que se demuestre que “cualquiera”, —que no cualquiera— pueda llegar a la cima.

 

Que alguien triunfe enferma, causa enojo, malestar y aberración. De ahí el encono, la tirria, la envidia, el desazón y el descontento. Entonces estallan los celos. Es evidente el orgullo herido, el odio, el desprecio, la mala fe, la intolerancia, la burla y el escarnio. Surge el adagio de sorna: “yo pude hacerlo mejor”.

 

En realidad, el otro me ha superado en capacidades, en ideas, en tiempo y por lo tanto me siento desplazado, disminuido e incapaz. Veo al otro como un enemigo, como un rival al que hay que vencer —por las buenas o por las malas—. En lugar de aprender de él busco su destrucción —muestra de envidia— sin percatarme que ansiando su aniquilación soy yo quien marcha en decadencia.

 

He aquí el síndrome de Procusto. El titán brindaba hospedaje a los viajeros que tenían la desgracia de toparse con este ser mitológico. El hijo de Poseidón —amable, complaciente y afectuoso—, los invitaba a descansar en su lecho.

 

Procusto aprovechaba el momento en el que los viajeros dormían para atarlos al tálamo de hierro ajustando el cuerpo de los desventurados a la cama: si eran más grandes les cortaba las extremidades consiguiendo que el cuerpo encajara. En caso contrario, los estiraba hasta conseguir que el sujeto alcanzara la extensión deseada. Para su propósito tenía dos camas. Dependiendo de la altura del infortunado ocupaba una u otra. Así siempre obtenía torturar a los desdichados.

 

Procusto sometía a sus víctimas, —a sus dimensiones—, incapaz de aceptar al que es diferente. Traicionaba, engañaba, tergiversaba, desnaturalizaba, deformaba la realidad, con alevosía y ventaja,  —a todas luces— ajustando a sus propios parámetros un entorno que le era ajeno.

 

Ante el inevitable triunfo del otro —de manera ineludible— oponemos resistencia como si eso pudiera cambiar el resultado.

 

Y es en este país en donde ser diferente tiene un costo político, social, económico e histórico.

 

Ganó Cuarón pero no Yalitza. Ganó el que sabe dirigir mejor —mejor película en lengua extranjera—, —Mejor fotografía—. Ganó el artista y no el pincel. Ganó Roma. Ganó Cuarón. Ganó México. Ganamos todos menos Yalitza.

 

Porque lo moreno, lo indígena, la sirvienta, los olvidados, los marginados, los que no corresponden a los parámetros de éxito interpretado por las estrellitas del duopolio televisivo, —los pobres— no tienen nada que decir. La voz de los segregados no encuentra eco en las dos camas de ProcustoTV.

 

Ahí donde las estrellas visten sus mejores galas, cabello rubio y tez blanca, con kilos de maquillaje que se convierten en una plasta de historias refritas contados hasta el hartazgo.

 

Empachado, el respetable reacciona como el terrible anfitrión buscando ajustar la pantalla grande a dos pantallitas con minúsculo valor argumentativo.

 

Porque lo mismo que en Cuarón, el de la clase baja, el moreno, el pasado de kilos, el de baja estatura, el diminuto —tanto en lo económico como en lo social— serán siempre  los que están a la orden del que tiene para pagar: la servidumbre, el chofer.

 

Porque es difícil triunfar en una sociedad como la nuestra en donde no cabe lo variopinto que no puede ser mutilado o dislocado a martillazos a la usanza de Procusto.

 

Procusto sigue ofreciendo hospedaje en cada hogar mexicano en donde hay un televisor, incapaz de reconocer lo inevitable; porque lo único que no se puede lograr es aquello que no se hace.

 

Así juzgamos los pocos días del sexenio.

 

Juzgamos el recorte en el presupuesto de las guarderías. No los niños fantasmas registrados, no las  historias de muerte como en ABC, no los casos de abuso, no las irregularidades en la operación de las estancias, no las inmensas fortunas amasadas a manos llenas a costo del erario.

 

Así justificamos la Guardia Nacional con cuya aprobación todos se ufanan de haber ganado. Azules, rojos y morenos pasan del #SÍSEPUDO al #LOLOGRAMOS. Lo que sí deberían festejar es que de la emoción se pase a la acción para que la hemorragia social deje de sangrar y se sequen las lágrimas en los ojos que las derraman.

 

Y que en verdad se consiga paliar la demanda urgente e inevitable de acabar con la violencia de forma frontal y decidida y que no sea sólo el circo de Roma —la antigua— del siglo V a.C., o el circo Flaminio o el circo de Majencio que distraían al pueblo con espectáculos de sangre, sudor y lágrimas.

 

Concluyo este par de líneas solidarizándome con aquellos cuya voz no se alza cuando su patrón no le paga a tiempo, no le paga completo, le paga en parcialidades o simplemente no le paga. Demando a quien deba en Colegio de Bachilleres del Estado de Baja California pagar los emolumentos devengados a sus empleados.

 

¿Cómo servir la mesa del conocimiento cuando el trabajo no rinde sus frutos en lo constante y lo sonante? ¿Por qué la alerta bancaria debe ser esperada con ansias, estrés, recelo y temor?

 

¿Ya pagaron? ¡Ya pagarán! ¡Ya pagaron! ¿Ya se irán? ¡No deben oírse nunca más…!

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