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Transiciones || Dr. Víctor Alejandro Espinoza

by Redacción tijuanaenlinea

El martes 13, contrario a lo que dice la conseja popular, fue un buen día para presentar un libro de mi autoría. No me había sucedido que me propusieran llevar a cabo una segunda ronda de presentaciones de una obra, diez años después de que fuera puesta en circulación.

 

Gracias al historiador José Gabriel Rivera, el día 13 nos dimos cita en la Sociedad de Historia de Tijuana para conversar acerca de mi libro: “La vida misma.

 

Fernando Freddy Quiñones, un trovador fronterizo”, publicado por Ediciones Eón y la Universidad de Guadalajara. Fue una velada inolvidable.

 

Aparte de los comentarios del músico-historiador Arturo Arrizon y del propio José Gabriel Rivera, tuvimos la enorme fortuna de contar con el protagonista de la obra don Fernando Freddy Quiñones, quien a sus casi 90 años posee una memoria prodigiosa y una capacidad narrativa inusual.

 

En una sala pletórica (de artistas plásticos, músicos, escritores, amigos, familia), fuimos testigos de una noche mágica.

 

Al igual que hace 10 años, mi hijo Julián elaboró el audiovisual que vimos y escuchamos y en el que destacaba la interpretación de la canción “Nunca jamás”, original de Freddy Quiñones (escrita en 1948) y hecha famosa por su compadre Lalo Guerrero, Javier Solís y el Trío Los Panchos.

 

Fue un ejercicio sumamente interesante releer el texto. En primer lugar, una vez publicado, ya no le pertenece al autor.

 

Incluso, uno se pregunta por pasajes enteros no recordados y en determinado momento se admira de lo escrito.

 

Se trata de un nuevo diálogo entre quién lo escribió hace más de una década y quien hoy lo lee con otros ojos, otras vivencias y experiencias.

 

Los libros de historia oral tienen la característica de no “pasar de moda” como algunos textos académicos que incluyen cifras y que dejan de tener vigencia rápidamente, salvo que se lean como libros de historia.

 

El testimonio oral, la “fuente viva” como dijera Miguel Barnet, nunca pierde vigencia y es un insumo para conocer nuestro pasado y presente y para dibujar el futuro que nos aguarda.

Ese martes 13, Freddy Quiñones hizo una revelación que deberé incluir en una próxima edición.

 

Se trata de una historia muy fronteriza. En alguna ocasión y cuando pretendía cruzar a trabajar a Estados Unidos, le ofrecieron un pasaporte de aquél país “chueco” que posteriormente le retuvieron.

 

Cuando acudió a solicitar su tarjeta de residente Green Card en San Ysidro, California, le mostraron aquél documento apócrifo y le negaron el ingreso a Estados Unidos.

 

Esa fue la razón por la que tuvo que permanecer en Tijuana por 4 años y desempeñarse como Show Man en la Avenida Revolución hasta que obtuvo el perdón, gracias a la intervención de Jack Kelly (un actor que llegó a ser alcalde en Huntington Beach en los años 70’s) y a quien conoció en San Francisco por pertenecer al poderoso sindicato de transportistas International Brotherhood of Teamsters, cuyo líder era el célebre James P. Hoffa. Kelly se trasladó a Tijuana y le ayudó a resolver su problema migratorio en 1958.

 

Esa anécdota pudiera ser una de tantas que suceden en la frontera, sin embargo lo realmente revelador es que después de seguir un larguísimo proceso para obtener, primero la residencia legal y posteriormente la ciudadanía de Estados Unidos, descubrió que había nacido en aquél país.

 

Así que obtuvo la ciudadanía por dos vías: nacimiento y naturalización lo que lo convierte en un caso atípico. Nos comenta que cuando en 1972 decidió casarse por la vía religiosa en segundas nupcias con Maguie, su actual esposa, acudió a la iglesia de San Martín, La Mesa, California a recuperar su acta de bautismo y descubrió que había nacido en la vecina ciudad de Lemon Grove, California el 30 de mayo de 1928.

 

Sus padres habían ido a visitar a la familia y ahí su madre tuvo las urgencias del parto.

 

En cuanto nació, sus padres se lo llevaron a Tecate, por eso nunca obtuvo el acta de nacimiento norteamericana.

 

En Tecate lo registraron como nacido en esa ciudad, pues su madre no quería que en el futuro lo llevaran a la guerra, ya que el servicio militar era obligatorio en Estados Unidos. Nunca le revelaron su verdadero lugar de nacimiento. Afirma que “me hubiera ahorrado tanto sufrimiento en conseguir papeles”. Lo paradójico es que ya como artista acudió a la Guerra de Corea a brindar esparcimiento a los heridos en los hospitales.

 

La vida de frontera está llena de sorpresas y de experiencias vitales plenas. Freddy Quiñones aprovechó las oportunidades (que como él afirma “Sólo se presentan una vez”) y gracias a su tesón y talento pudo ser lo que más deseaba: un auténtico artista en ambos países.

 

Un creador incansable que hoy por fortuna sigue escribiéndole al amor y a la vida misma.

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